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domingo, 25 de diciembre de 2011

Doble Cara (parte 1)

Sophie POV

Llegue a la casa sin gana alguna; todavía no podía sacarme de la cabeza la imagen de Dylan alejándose de mí, cada vez que lo veía sentía un pequeña opresión dentro de mi pecho ¿era así como se sentía el estar frustrada? ¿O era así como era el tener el corazón roto?, no lo entendía, aun así, creo que esta era una de las primeras veces que lo sentía y no era para nada agradable, lo despreciaba. Permanecí un momento frente a la puerta, estuve ahí parada un buen rato sin saber el porqué; mire de nuevo toda la casa-bueno si a esa cosa se le podía llamar casa-cada vez que entraba a ese lugar me sentía tan desolada y no lo entendía-aunque también ese sentimiento lo llegaba a sentir cuando estaba con mis padres, en especial junto a mi madre-dios ella sí que me daba miedo-.

Respire hondo antes de entrar y puse mi mano en la cerradura, pero al hacerlo sentí una extraña presencia a mi alrededor; en ese preciso instante el viento soplo causando que una aroma, malditamente conocido llegara a mí. Abrí la puerta abruptamente para ver que todo estaba oscuro y en silencio-lo cual no era de extrañar-me pase por el vestíbulo donde todo estaba igual, en ese momento una pequeña luz que procedía de una lámpara cercana al sofá se encendió, revelando así la identidad del intruso-el cual no era tan difícil de identificar.

Sabía que debía de mantener la calma, pero al ver su estúpida sonrisa, hacia que mis nervios comenzaran a explorar, respiré hondo y la mire directamente a los ojos aparentando estar lo más normal posible.

-Te estaba esperando.- dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos -típico de ella por supuesto-(salvo el hecho de que solo lo hacía cuando torturaba a alguien)

-¿Qué estás haciendo aquí? –di gracias a que mi voz sonara firme. Me recargue sobre la pared, cruzándome de brazos.

-Oh vamos ¿es que esta es la forma de recibirme? –Fingió estar ofendida.- y yo que estaba realmente segura de que te alegrarías de verme, después de tanto tiempo separada querida

-Te lo estoy volviendo a preguntar ¿Qué rayos estás haciendo aquí? - tranquila, tranquila, no debes dejarte dominar por los nervios o ella se dará cuenta de que algo está pasando.-me dije

Ella subió sus largas piernas a la mesita que estaba en frente. Al vernos juntas, las personas podían ver como nosotras lucíamos iguales (ambas teníamos el mismo rostro), pero también muy diferentes a la vez, como en ese instante, mientras yo traía puesto unos sencillos jeans, una blusa de cuello largo color blanco y unos converse también blancos, ella era todo lo contrarios a mi vestimenta, traía un top tipo corset negro que se ceñía demasiado a su cuerpo, también traía unas botas negras con un enorme tacón de aguja, sin olvidar también su diminuta minifalda que se encontraba poco más arriba de sus muslos, causando que estos quedaran al descubierto -que era más que claro que a ella no le importaba en lo absoluto-, por suerte (para mi claro) también traía puesta unas medias tipo red negras que la “cubría”. Era claro que cada una había adaptado la forma de vestirse, a su manera, de acuerdo a este siglo-mientras yo había escogido el sencillo y discreto, ella se decidió por el atrevido y tipo gótico.

-No tienes por qué alterarte hermanita, solo estoy aquí de paso.-hizo un gesto con la mano para calmarme.- nada de qué preocuparse.- si claro, como si te fuera a creer.-pensé

-Si solo estuvieras de “paso” como tú dices, no me habrías estado vigilando toda esta semana y media Luciela.- dije con un filo en mi voz

Volvió a sonreír maliciosamente. Bajo las piernas de la mesita, inclinándose hacia delante; recargo sus brazos sobre sus muslos y poniendo su barbilla sobre su mano.- No entiendo porque te estas molestando, yo solo hacia lo que nuestra querida madre pidió, además estoy segura de que no estas ocultando nada…. ¿o sí Annabelle? ¿O debo de decirte Sophie?- al ver mi reacción sonrió ampliamente, mostrándome sus perfectos-afilados-dientes.- hay lo siento hermanita.-se pasó una mano sobre su larga cabellera roja, igual a la mía- salvo porque ahora yo era rubia.- ¿Cómo te debo de llamar? Quieres que te diga como lo hacen nuestros padres…. ¿o es que quieres te llame como lo hace esa cría de lobo?

Me abrase con más fuerza, haciendo que mis uñas se clavaran en mi brazo, pero deje de hacerlo ya que era probable que ella también sintiera la opresión de esto.

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